Como lo hemos asentado en distintas líneas de los esbozos que compartimos cada ocho días con ustedes amables lectores que entre tantas definiciones sobre la seguridad ciudadana, esta representa la base fundamental de la convivencia, confianza y respaldo para la ciudadanía, igualmente que es una condición que busca todo ser viviente dentro de la colectividad e individualidad en la que se desarrolla, lo que nos resulta de manera más sencilla de entender que son todas aquellas medidas de prevención que cada uno toma para su propia subsistencia, y que todo tiene que ver con el tema de la prevención que esta a su vez genera una seguridad adecuada. Entonces pues el mejoramiento de la prevención en la práctica es por demás deseable en sí misma, porque contribuye a que las personas y las comunidades alcancen su máximo potencial. Además, el fortalecimiento de la prevención contribuye a la consecución de la seguridad pública, ciudadana y humana para que las personas tengan las necesidades básicas cubiertas y vivan una vida libre de amenazas y riesgos.
¿Y por qué asentamos lo anterior? Por qué por un lado, la inseguridad está recíprocamente relacionada con la incidencia y prevalencia de la violencia y el miedo al crimen, en este sentido existen innumerables investigaciones criminológicas que muestran que el mejoramiento en todas las dimensiones de la prevención disminuyen la violencia criminal en buenos porcentajes, además de reducir considerablemente el miedo a la delincuencia que resultan muy favorables para la sociedad, pues sin duda aumenta la disposición de las personas además de convivir a desarrollarse plenamente en sociedad. Pues sin duda la espiral del miedo tiene que ver con la incidencia delictiva, pues las personas temen convertirse en víctimas y cuando el temor se instala, una reacción entendible y además muy comprensible pero que resulta contraproducente es el aislamiento, la desconfianza, la falta de convivencia, la falta de desarrollo entre otros tantos factores, pues las personas se “resguardan” y viven en la zozobra limitando las actividades que les puedan permiten convivir con conocidos y más aun con desconocidos y por ende al reducirse la interacción se incrementa la desconfianza entre las personas y los lugares que habitualmente frecuentaban.
De lo anterior y de acuerdo con los datos de la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública los hogares gastan por la inseguridad millones de pesos en “medidas de protección” que realmente son “medidas de aislamiento” y estas se dan entre algunas cosas como: cambiar o colocar cerraduras y/o candados, cambiar puertas y ventanas, colocar rejas o bardas, circuitos cerrados de cámaras de vigilancia, alambrados eléctricos y hasta comprar un perro guardián o bien en el mejor de los casos cuando hay cohesión social realizar acciones de prevención conjuntas con sus vecinos, de tal suerte que el gasto por la inseguridad en dichas medidas está alimentado y motivado por la industria del miedo que aprovecha la búsqueda de una sensación inmediata de seguridad para postergar la inversión en medidas de prevención que verdaderamente garanticen la seguridad no sólo en el corto, sino en el mediano y largo plazo. Esta reacción de aislamiento y desconfianza conduce a una mayor vulnerabilidad frente a la delincuencia, que en este contexto puede encontrar mayores oportunidades para el crimen y menos redes de apoyo y ayuda para prevenirlo, contenerlo, investigarlo y sancionarlo. Se trata de una espiral del miedo, que al limitar y reducir la interacción entre individuos y grupos, genera condiciones de vulnerabilidad que pueden favorecer una mayor inseguridad.
Por ello siempre será mejor la prevención que la reacción, es decir no esperar que se muera el niño para tapar el pozo, pues la prevención está directamente relacionada con factores de protección ante la violencia y la delincuencia. Ya que la prevención genera entre otras cosas un aumento significativo en dimensiones de cohesión social e institucional, en esas interacciones significativas que se dan en las redes de apoyo, ayuda y reconocimiento entre todas y todos, lo que redunda en mayores posibilidades de desarrollo social, económico y democrático que se verá reflejado entre tantas cosas como obtener un empleo satisfactorio, el desempeño educativo dentro de la enseñanza aprendizaje, el valor de bienes y servicios en zonas residenciales y comerciales, y la prevención en general que también está encaminada e incrementa la confianza, satisfacción y calidad de vida de las y los ciudadanos, pues la confianza que genera la prevención es un elemento que sin duda permite establecer una expectativa positiva de que las y los demás miembros de la sociedad mostraran conductas encaminadas a la cultura de la prevención donde se todas y todos transitamos por la autopista de la cultura de la legalidad, y una sociedad donde hay prevención por ende habrá paz, armonía social y consecuentemente ciudades de bien y de progreso.