• Es una condición poco frecuente y sus síntomas incluyen retrasos en el crecimiento, el desarrollo y debilidad muscular. Hasta el momento no tienen cura, pero algunos fármacos en estudio llenan de esperanza a las familias. Infobae habló con especialistas y con la mamá de un niño que participa de un ensayo clínico de una terapia experimental


Por: Valeria Chavez

 

Las enfermedades mitocondriales son un grupo de trastornos que ocurren cuando las estructuras que producen energía para la célula -mitocondrias- no pueden producir suficiente energía o cuando una persona no tiene suficientes mitocondrias sanas en su cuerpo.

Se trata de patologías causadas por un defecto en la producción de energía dentro de las células del organismo. Son genéticas, crónicas, degenerativas y altamente discapacitantes. Se estima que una de cada 200 personas lleva la mutación genética que podría ponerlos en riesgo de desarrollar una enfermedad mitocondrial.

Todos los seres vivos necesitan energía para crecer, moverse, pensar y cualquier otra actividad. Cuando las mitocondrias fallan se produce una lesión o incluso muerte celular.

La médica especialista en Genética y jefa del área de Enfermedades Metabólicas del Hospital Italiano de Buenos Aires Soledad Kleppe (MN 94567) precisó a Infobae las características del origen de estas afecciones: “Son un grupo de enfermedades genéticas que tienen una herencia compleja, que involucra tanto el ADN del núcleo de la célula como el ADN mitocondrial”.

“Para que una mitocondria funcione bien, necesita distintas informaciones genéticas -precisó la experta-. Algunas de estas patologías se transmiten a través del ADN mitocondrial, que se hereda exclusivamente de la madre, mientras que otras se originan en el ADN del núcleo, que se hereda tanto del padre como de la madre”, agregó.

Las mitocondrias desempeñan un papel crucial en el funcionamiento del organismo, ya que producen más del 90% de la energía necesaria para la vida humana. Estas estructuras presentes en casi todas las células del cuerpo convierten los alimentos y el oxígeno en ATP (adenosina trifosfato), la energía que permite que el corazón lata, los pulmones respiren, el cerebro piense y el cuerpo se mantenga en movimiento. Sin ellas, la supervivencia sería imposible.

Cada persona nace con billones de células, y cada célula contiene varios miles de mitocondrias, que se heredan exclusivamente de la madre. Su función es actuar como “plantas de energía” o “baterías” celulares, transformando las moléculas de los alimentos en energía química que las células utilizan para realizar todas sus funciones vitales.

Cuando las mitocondrias no funcionan correctamente, el cuerpo no obtiene la energía suficiente, lo que puede derivar en enfermedades mitocondriales.

Cabe aclarar que el diagnóstico de estas patologías es una de las principales barreras para un tratamiento adecuado, ya que “dentro de lo que se denomina enfermedad mitocondrial hay más de 1.500 problemas genéticos distintos”, lo que significa que no existe un solo marcador que permita identificar estas patologías de manera sencilla. Por lo tanto, es crucial llevar a cabo estudios genéticos y bioquímicos complejos que permitan confirmar el diagnóstico.

Cuáles son las primeras manifestaciones de una enfermedad mitocondrial
Según Kleppe, “este tipo de herencia puede resultar en síntomas severos que se manifiestan en los primeros años de vida, especialmente en aquellos niños que heredan mutaciones de ambos progenitores”.

“En la herencia mitocondrial no hay antecedentes, aparecen de la nada generalmente los niños con patologías más severas de disfunción. En cambio, las disfunciones más leves suelen aparecer en adolescentes y adultos, donde los síntomas están relacionados con el deterioro de funciones específicas y la necesidad de mayor energía por parte de ciertos órganos”, diferenció.

Lo cierto es que en este tipo de patologías los órganos comienzan a fallar poniendo en grave peligro la vida. Pueden expresarse de formas muy diversas, afectando a cualquier tejido, a cualquier órgano y en cualquier momento de la vida. Aunque según las estadísticas, parecen ocasionar el mayor daño a las células del cerebro, corazón, hígado, músculo, riñón, y a los sistemas endocrinos y respiratorios. Esto es debido a que son los órganos con mayores necesidades energéticas especialmente el sistema nervioso, músculo y corazón.

Así es que los síntomas son extremadamente variados y dependen del órgano afectado y de la gravedad de la mutación genética. Las mitocondrias impactan de manera más visible en los órganos que consumen más energía y según Kleppe, “órganos como el cerebro, el músculo, el páncreas, la retina o el oído requieren más energía, por lo que los síntomas dependen de cuánta energía tiene ese paciente”.

Cuál es el tratamiento de las enfermedades mitocondriales
Debido a la complejidad de las manifestaciones clínicas, el manejo de un paciente con enfermedad mitocondrial requiere la intervención de múltiples especialistas. “El cuidado de un paciente con diagnóstico de enfermedad mitocondrial es multidisciplinar”, afirmó Kleppe, quien agregó que un equipo puede incluir “especialistas en metabolismo, nutrición, pediatría, neurología, endocrinología, entre otros.”

“Nosotros en el Hospital Italiano tenemos este abordaje multidisciplinario, con seguimiento a través de un grupo de especialistas que ya hablan el mismo idioma, comparten los pacientes y se realizan ateneos periódicos”, destacó la experta, para quien este enfoque no sólo optimiza la atención médica, sino que también simplifica la vida de los pacientes y sus familias, al coordinar las consultas y estudios en un solo día. “A veces se simplifica la vida de los pacientes y familias realizando controles en un solo día, con laboratorios y especialistas disponibles”, comentó la especialista.

El tratamiento, en general, se basa en la optimización de la función mitocondrial y en la atención a los síntomas específicos que presenta cada paciente. “Depende del órgano que afecte y la severidad”, aclaró Kleppe, y añadió: “Se tratan los síntomas, se tratan los problemas bioquímicos que traigan.” A pesar de los avances en el manejo de estas enfermedades, actualmente no existe una cura definitiva, lo que refuerza la necesidad de un seguimiento continuo y personalizado para cada paciente.

“Mi hijo depende de esta droga experimental y de muchas terapias físicas”
Con apenas dos años y medio, Valentín empezó a mostrar dificultades para caminar. Lo que al principio parecía un simple problema de pie plano, pronto se convirtió en el inicio de una travesía médica que cambiaría su vida y la de su familia. “Pasamos por varios especialistas que nos decían que teníamos que esperar porque era muy chico”, contó su mamá Verónica en diálogo con Infobae. Sin embargo, su motricidad empeoró al ingresar al jardín de infantes, lo que llevó a su derivación a un neurólogo a los casi cinco años.

La familia, oriunda de Santa Cruz, tuvo que esperar largos meses para obtener una cita con un especialista en Buenos Aires. Tras una biopsia muscular, los médicos detectaron fibras rojas rasgadas y deficiencia de COX (NdR: la deficiencia de la citocromo c oxidasa es una condición causada por un defecto en el Complejo IV de la cadena respiratoria mitocondrial), lo que sugería una miopatía mitocondrial. Sin embargo, sus padres no estaban tranquilos y la neuróloga del pequeño pidió un examen genético para determinar el gen afectado.

Seis meses después, llegó el diagnóstico definitivo: Valentín tenía Síndrome de Depleción Mitocondrial por Deficiencia de Timidina Kinasa 2 (TK2d). Se trataba de uno de los primeros casos diagnosticados en Argentina. La noticia fue devastadora para la familia. “Nos dijeron que sólo existía un tratamiento paliativo y que íbamos a ver cómo de a poco dejaría de caminar, de comer por sus propios medios, y que en algún momento necesitaría asistencia respiratoria”, recordó Verónica.

Ese mismo día, descubrieron lo que sería una luz de esperanza: supieron que en España se estaba celebrando un congreso médico sobre un tratamiento experimental prometedor para el TK2d. Movieron cielo y tierra para lograr que Valentín fuera admitido en un ensayo clínico en Nueva York. Desde 2019, el niño es parte de este ensayo, y el cambio en su vida fue notable. “Su vida cambió significativamente, se revirtió todo pronóstico. Hoy está haciendo una vida prácticamente normal con sus limitaciones”, explicó la madre.

“Los primeros años viajamos cada tres meses, y en 2022 empezamos a ir una vez al año -contó la mujer sobre las peripecias que debieron hacer, pandemia de por medio, para que Valentín no interrumpa el tratamiento-. Cada vez que vamos nos dan medicación para un año, y le hacen sus controles motores, respiratorios y toman muestras para poder presentar ante la FDA”.

La mejoría de Valentín fue tan notable que incluso logró hacer deporte adaptado, y en la actualidad, ya con 12 años, participa en los Juegos Evita de Natación. “Es impresionante, cuando hace seis años apenas caminaba”, contó orgullosa su mamá. A pesar de depender de esta medicación experimental y de intensas terapias físicas, Valentín logró mantener su calidad de vida gracias a que se detuvo la progresión de la enfermedad.

“Vivir con una enfermedad poco frecuente no es fácil. Empezás a dar prioridad sólo a la salud”, comentó Verónica, quien a pesar de todo, nunca perdió la esperanza y ahora espera que la FDA apruebe la medicación en 2025, para que los pacientes de TK2d en todo el mundo puedan acceder a ella sin tener que viajar tan lejos. “Esperamos que cuando la FDA lo apruebe, ANMAT también lo haga, porque muchas vidas pueden ser

salvadas”, concluyó Verónica, con la esperanza de que el caso de su hijo ayude a otras familias en situaciones similares.

Problemas de accesibilidad y cobertura
A pesar de los avances en el tratamiento y diagnóstico de las enfermedades mitocondriales en centros especializados, los pacientes que viven fuera de las grandes ciudades enfrentan serias dificultades para acceder a la atención adecuada. “El principal problema es la accesibilidad a los estudios de diagnóstico bioquímico y molecular, sobre todo fuera de centros especializados”, lamentó Kleppe. En muchas zonas rurales o pequeñas ciudades, la falta de infraestructura médica especializada limita gravemente las opciones para los pacientes.

“La segunda gran traba -en la mirada de la especialista- es la cobertura de las obras sociales, que muchas veces no cubren los estudios ni el tratamiento necesario”.

Kleppe remarcó que “a menudo, las obras sociales y empresas de medicina prepaga no cubren los estudios genéticos o los tratamientos necesarios, lo que obliga a las familias a luchar por conseguir los recursos”. Este problema es especialmente grave en el caso de los suplementos vitamínicos, esenciales para el tratamiento de estas enfermedades, ya que no son considerados medicamentos por las aseguradoras.

Del 16 al 22 de septiembre se conmemora la Semana Mundial de la Enfermedad Mitocondrial con el objetivo de generar conciencia de estas patologías.

En ese marco, el domingo 22, se iluminarán algunos monumentos en la Ciudad de Buenos Aires para evocar esta semana y visibilizar a aquellas personas que conviven con esta enfermedad.


 
 

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