Por: Arturo Nahle G.
Durante la pandemia no somos pocos los que nos hemos preguntado si no está saliendo más caro el remedio que la enfermedad.
Y es que se nos ha dicho hasta el cansancio que la peligrosidad del COVID 19 no es tanto su letalidad sino la facilidad y rapidez con que se transmite. Que la mayoría de los contagiados son asintomáticos, o sea que ni se enterarán que tienen o tuvieron Coronavirus. También se dice que a los que si les da fiebre, tos y asfixia deben ser hospitalizados, pero en dos semanas serán dados de alta porque sus propias defensas acabarán con el virus.
Que los únicos que difícilmente superarán el contagio son las personas mayores con alguna enfermedad crónica. O sea, que el número de muertes será muy inferior al que han generado otras pandemias como la peste, el cólera, la malaria, el ébola o el sida.
Así las cosas obligadamente surge la pregunta ¿si no hay vacuna ni medicina contra éste novedoso mal, para que cerrar la industria, el comercio, la producción, los servicios, las instituciones, todo, absolutamente todo?
Ah! pues para no reventar el sistema de salud, para que a un hospital que tiene capacidad para atender solo a cien pacientes no le lleguen quinientos o mil de golpe y sopetón.
¿Y para no reventar el sistema de salud hay que reventar la economía local, la economía nacional y la de todo el mundo? ¿hay que tronar miles y miles de fuentes de empleo? ¿hay que dejar que se mueran de hambre los que viven al día? ¿No será más caro el remedio que la enfermedad?
Y las dudas no acaban ahí ¿la cuarentena, el confinamiento, la parálisis total, verdaderamente es el remedio? ¿con eso disminuyen los contagios o solamente se administran para que no nos dé a todos al mismo tiempo?
¿No hubiera sido preferible continuar con todas las actividades productivas y solo confinar a los llamados grupos de riesgo y los demás lavarnos las manos, usar cubre bocas y guardar la sana distancia? En síntesis y vuelvo al principio ¿no estará saliendo más caro el remedio que la enfermedad?
No faltará quien diga que no hay nada más preciado que la salud y la vida; que todo, absolutamente todo es sacrificable con tal de salvar una vida humana; que la economía mundial no puede estar por encima de la vida de nuestros adultos mayores.
Pero tampoco faltarán los que digan que el desplome económico mundial cobrará más vidas que el Coronavirus. En fin, discutir eso es meterse a un debate ético, filosófico, religioso, jurídico y político en el que difícilmente habrá consenso.
Lo cierto es que lo hecho, hecho está; los científicos y los líderes del mundo decidieron tomar estas medidas que insisto, no son el remedio de la enfermedad, son solo acciones preventivas para evitar un contagio masivo que reviente los sistemas de salud, son paliativos en lo que aparece la vacuna, en lo que se encuentra el verdadero remedio.
Concluyo, solo el tiempo nos dirá si frente a este virus hicimos lo correcto, si no salió mucho más caro el remedio que la enfermedad.