Los seres humanos experimentan a lo largo de la vida, sensaciones subjetivas de agentes internos o externos, que laceran completamente el estado de bienestar personal, algunos le llaman sufrimiento, otros millones lo llaman dolor, este último como primer síntoma de consulta médica en todos los niveles de atención. La edad, es una característica que trasmuta con el tiempo, cada etapa del ciclo de la vida, permite, el escalonamiento de experiencias y aprendizaje, hasta culminar en la cima de la racionalidad. Es al momento del alumbramiento, cuando se experimenta la primera sensación de dolor y sufrimiento, al atravesar el canal vaginal y adaptarse al medio externo fuera de mamá, la niñez es la etapa más sensible para el desarrollo, la nutrición, la estimulación temprana, la educación y la salud física como mental; continua la adolescencia, etapa crítica, en la que las desigualdades sociales y familiares, impactan significativamente en el desarrollo del carácter y la toma de decisiones, sufriendo por la incomprensión de quien los rodean y soportando el dolor de la transición de la niñez a la vida adulta, con la aparición de los caracteres sexuales secundarios; la adultez, etapa donde los problemas de salud se hacen manifiesto, con dolores debutantes por la carga excesiva de trabajo, para mantener en muchas ocasiones a los más vulnerables como los hijos y los padres, descuidando la salud propia para satisfacer necesidades de terceros y por último la etapa con mayor dolor físico manifestado por sarcopenia y sufrimiento por el abandono, razón por la que no debe de sorprendernos entonces que una experiencia como el sufrimiento o el dolor que son tan universales nos acompañen de manera indefectible en algún momento de la existencia.
Se ha creado la ilusión de una vida sin dolor, las personas exigen que se les calme, que el nacimiento y la muerte estén privados de sufrimiento, que todo procedimiento sea indoloro, a los médicos y médicas se les instruye para aliviar el dolor como un derecho humano universal y aunque todos somos algofóbicos en alguna medida y rechazamos cualquier clase de tormento; el dolor es la única relación verdadera y tácita con nosotros mismos, el dolor nos hace crecer, nos hace fuertes y debemos aprender a disfrutarlo. Para Schopenhauer, el mundo y la vida misma, es la fuente primordial de sufrimiento, nuestra vida, es un querer que no se detiene, es una existencia que transcurre en una perpetua búsqueda de placer y objetos, que habitualmente no alcanzamos y eso produce dolor y sufrimiento.
La anticipación compasiva es una virtud que implica adelantarse a las necesidades de los pacientes, para que el enfermo pueda tomar decisiones compartidas y acertadas, la compasión no es un complemento a los cuidados del que cabe prescindir, sino que es la base de una atención de calidad, segura y eficaz. Los pacientes que se encuentran en fases terminales de alguna enfermedad, son blancos fáciles de disfunción familiar, en muchas ocasiones el cuidador primario no es capacitado para el proceso y el acompañamiento de la enfermedad, por lo que el médico de familia es el primer responsable de dicha capacitación. Algunos signos y síntomas característicos del final de la vida son la anorexia, dolor, debilidad y trastornos del sueño. Es frecuente que en estos pacientes, se presente un cuadro similar a algún trastorno del estado de ánimo, similar a un cuadro depresivo, lo que hace la diferencia es que el paciente percibe sensaciones, que los que están a su alrededor no pueden percibir, muchos familiares lo han descrito como si el paciente estuviera en el entorno pero su “alma” ya está en otro lugar.
Los familiares cercanos deben tomar ciertas medidas para que el afrontamiento sea más llevadero tanto para el paciente como para sus seres queridos. La sola presencia corresponde a un estímulo benéfico, se debe evitar palabras de aliento como se fuerte, pelea, vas a estar bien. El paciente solo requiere apoyo como verlo a los ojos, contacto físico y sobre todo hacerle saber que están acompañándolo. No mostrar desesperación por irse de ese lugar, se debe concientizar a la familia, ya que deben prepararse física y emocionalmente para dejar morir al enfermo, en la mayoría de los casos, la familia es la que ancla a ¨la vida¨ al enfermo, haciendo una muerte en vida agónica para todos. La asistencia al final de la vida es la mejor manera de honrar y hacer que trasciendan nuestros seres queridos, juntos digamos salud a la prevención.