Los días 25 de cada mes se destinan para los “Días Naranjas”, ello derivado de la “Campaña Naranja” lanzada en 2008 por la Organización de Naciones Unidas, a través de la cual se busca un espacio reflexión y concientización sobre la violencia de género. La violencia de género también es una pandemia que existe en nuestras estructuras sociales y económicas, que ha logrado prevalecer y contagiarse tanto en la vida pública como en la privada.
Si bien estamos frente a un fuerte movimiento social para el acceso de las mujeres a una vida libre de violencia, generando una constante exposición a la opinión pública de los casos de violencia en contra de las mujeres, no obstante, este espacio ha sido reservado para un tipo de violencia, la “violencia física, dejando un punto ciego, que no parece llamar la atención: la violencia económica.
Si bien todos los tipos de violencia de género se encuentran concatenados y suelen convergir en los escenarios de las víctimas, desafortunadamente la violencia económica no ha formado parte de múltiples análisis como si lo ha hecho la violencia física, si bien la segunda ataca a la seguridad y vida de las víctimas, uno de los primeros focos en encenderse en algunos de estos casos es la restricción de recursos económicos, por lo que en su prevención se encuentra la ruptura de la exacerbación de la violencia.
De acuerdo con el artículo 9 de la Ley de Acceso de las Mujeres a una vida libre de violencia para el Estado de Zacatecas en su fracción cuarta la define como: “Cualquier acto u omisión realizado por la persona agresora que afecte la libertad de disponibilidad de recursos económicos de la víctima. Se puede manifestar a través de limitaciones al ingreso o a la disponibilidad de las percepciones económicas, incumplimiento de las responsabilidades alimentarias, exclusión o discriminación en la toma de decisiones financieras o en la disposición de los recursos compartidos sin la voluntad de la víctima.”[1]
Esta definición nos aporta dos ejes para el análisis de este fenómeno en Zacatecas, el primero es la afectación a la libertad de disponibilidad de recursos económicos de la víctima, no se trata de una repercusión menor, pues implica la dependencia económica de las mujeres con su agresor, y se convierte en una de las limitantes para poder salir de los círculos de violencia.
En este sentido, el empoderamiento económico de las mujeres se convierte en pieza clave en conjunto con la autonomía económica, ambas el objeto de construir herramientas en las víctimas en donde se visualicen como personas capaces de generar recursos propios, dejando a un lado la dependencia económica.
El segundo elemento y no de menor importancia es la “exclusión o discriminación en la toma de decisiones financieras”, en este sentido, la educación financiera es otra de las herramientas bases para enfrentar la violencia económica contra las mujeres.
El desarrollo de las capacidades financieras de las mujeres es esencial para la prevención y erradicación de la violencia económica, pues es parte del empoderamiento económico en el que las mujeres se asumen como capaces de evaluar los riegos y beneficios financieros, para la toma de decisiones racionales.
La violencia económica en contra de las mujeres es parte de una estructura social que afortunadamente se encuentra en vías de transformarse hacia un camino de equidad e igualdad, en este arduo andar por la lucha al acceso de las mujeres a una vida libre de violencia, las finanzas tienen mucho que aportar para su prevención y erradicación.
Los días naranjas no sólo son un pretexto para la concientización y reflexión de la violencia en contra de las mujeres, sino que deben de convertirse en una forma de vida, convirtiendo todos los días en días naranjas, para la construcción de una sociedad más justa y equitativa en donde todas las mujeres puedan ser autónomas económicamente y desarrollar libremente sus capacidades financieras.
[1] Ley de Acceso de las Mujeres a una vida libre de violencia para el Estado de Zacatecas, disponible en https://www.congresozac.gob.mx/63/inicio