Sin duda el tema de la inseguridad es el tema de temas, no solo en nuestro país, nuestro estado, nuestros municipios, comunidades, colonias y barrios, sino que se trata de un tema global y esto derivado de muchas y diversas situaciones, un tema por demás recurrente e instaurado como un elemento constitutivo del sistema político, social y económico, y es a partir de estos elementos que desde la criminología nos lleva a estudiar, interpretar, diagnosticar, encausar y atender esa potencial fractura del orden social.

Ahondando en el abordaje de estos temas que son por demás interesantes y apasionantes, pero que además no terminamos de entender y sobre todo de atender de manera eficiente y eficaz, lo anterior por las distintas aristas interpretativas e igualmente en la atención de las causas y sus factores tanto de carácter endógeno como exógeno, en este orden de ideas y según las autoras del libro “Seguridad ciudadana y violencia en América Latina” Irma Arriagada y Lorena Godoy asientan que “Existen gran diversidad de situaciones que afectan la seguridad ciudadana. Sin duda el aumento de la violencia y de la delincuencia en todas sus expresiones es el principal elemento catalizador de la sensación de inseguridad que viven los latinoamericanos. No obstante la mayor dificultad encontrada para una evaluación del fenómeno reside en la forma de conceptualizarlo y medirlo puesto que está configurado y se manifiesta de manera multidimensional y se asocia estrechamente a la subjetividad de las personas”.

Dichas autoras coinciden en que el origen de la violencia y la delincuencia ha generado una enorme discusión y diatribas encontradas de los estudiosos de las ciencias sociales donde existen varias teorías y en el presente esbozo abordaremos de manera sucinta lo que refieren dichas autoras que: “existen dos teorías básicas para el estudio de la violencia y la conducta delictiva, las que se presentan en diversas combinaciones como la teoría de la ruptura o de la anomia y la teoría de las formas de socialización. En el primer caso se privilegian como factores explicativos las dimensiones estructurales y sociales, y en este enfoque la violencia surgiría de la ruptura o desajuste del orden social, es decir de cambios sociales acelerados como efecto de la industrialización o la urbanización, por ejemplo que disuelven los mecanismos tradicionales de control social y generan una brecha entre aspiraciones y los medios social y culturalmente aceptados para hacer realidad esas aspiraciones, en esa línea la teoría de Maltón sostiene que la conducta delictiva depende de la capacidad de los individuos para alcanzar las metas-éxitos de acuerdo a su entorno social y a la importancia asignada al éxito económico. Por tanto desde esta perspectiva existiría una correlación importante entre pobreza y delincuencia. Mientras que en el segundo caso el énfasis se coloca en la socialización, es decir la violencia comprendería dimensiones organizativas, institucionales y culturales que pueden conducir a la selección de estrategias violentas por parte de los actores sociales. En esa línea, la teoría de Sutherland afirma que las causas primarias del delito se derivan de la existencia de grupos subculturales de delincuentes (grupo de amigos, familia, cárcel) que traspasan los conocimientos delictuales.

De acuerdo a lo anteriormente asentado por dichas autoras podemos afirmar pues que la violencia obedece a múltiples factores de carácter psicológico, social y cultural. Lo que ha originado que a lo largo de la historia se establezcan medidas de índoles tan diversos que es difícil precisar su dirección o bien el trasfondo general, ya que algunas medidas son meramente punitivas (la mayoría) es decir como política criminal emitida por el estado y que esta política criminal ha perdurado desde el nacimiento del mismo estado como rector del resguardo de los bienes jurídicos tutelados es decir el propio estado de derecho (leyes), mientras que otras medidas más se orientan a las correctivas (muerto el niño hay que tapar el pozo) o las menos que están orientadas al desarrollo temprano y la educación de las infancias y adolescencias, y en otras más la oleada de las buenas intenciones se orientan a la prevención con una visión integral y multifactorial.


 
 

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